martes, 1 de octubre de 2013

¿Qué diablos tiene que ver el deporte o el "emprendimiento" con ser un ser humano?


Contaba un viejo filósofo llamado Jámblico que hay tres tipos de personas que van al Estadio olímpico. Los atletas que van a competir. Los comerciantes que van a hacer negocio. Y los simples espectadores. ¿Cuál de estas tres actividades –se preguntaba— representa mayor “dignidad” humana? O, en otros términos: ¿cuál nos “realiza” mejor como humanos? Pensemos en el atleta. Su objetivo es saltar cada vez un poco más, o correr un poco más rápido. Se podría decir que su “vocación” consiste en parecerse a un canguro o a un leopardo más que a un hombre. En cuanto al negociante, su conducta está guiada por el principio de economía: lograr el máximo beneficio material al menor coste posible, exactamente igual que un animal (que solo hace aquello que le reporta beneficios tangibles). 

Tan solo el espectador, decía el filósofo, hace algo específicamente humano: contemplar el mundo, aunque no obtenga ningún beneficio contable de ello. El hombre es el único animal capaz de pasar las noches contemplando las estrellas, aunque no tenga ningún interés en comérselas, por pura admiración y afán de entender lo que ve. Esta actividad contemplativa o teórica es, justamente, lo que caracteriza a la filosofía. Así, la moraleja del cuento es que la filosofía es la actividad que propiamente nos humaniza. Y sin embargo, casi nadie se acuerda de ella cuando se habla de educación. Y sí, desde luego, del deporte o de la habilidad para los negocios. ¿No es esto un inmenso error? ¿O el error está en la obsesión por pensar, o en dedicarse a cosas "inútiles"? Vale. ¿Pero qué es realmente lo útil?... ¿Seguimos pensándolo? (¿O mejor ver un partido, o repasar las cotizaciones bursátiles?)



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