viernes, 26 de septiembre de 2014

De los rayos de Zeus a los pedos de Estrepsíades. El paso del mito al lógos según Aristófanes.


Allá por el siglo V a.C., la filosofía estaba de moda (decían que servía para triunfar en sociedad, aprender a convencer a los demás de lo que quisieras, aparentar inteligencia, etc.). Pues bien, aquí vemos como Estrepsíades, un campesino viejo y anticuado, para estar a la moda (y resolver algunos problemillas con la justicia) pretende entrar en una "escuela para filósofos", dirigida por un tal Sócrates...  Nos lo cuenta Aristófanes, el gran cómico ateniense:


Estrepsíades.- Pero Zeus, según vosotros, a ver, ¡por la Tierra!: ¿Zeus Olímpico, no es un dios?
Sócrates.- ¿Qué Zeus? No digas tonterías. Zeus ni siquiera existe.
E.- Pero, ¿tu qué dices? Pues, ¿quién hace llover? Esto, acláramelo antes de nada.
S.- ¡Esas, claro! [señalando a las Nubes] Y te lo demostraré con pruebas de gran peso. A ver: ¿dónde has visto tú que alguna vez llueva sin nubes? Sin embargo, lo que tendría que ser es que él [Zeus] hiciera llover con el cielo despejado y que éstas estuvieran ausentes.
E.- ¡Por Apolo!, con lo que acabas de decir le has dado un apoyo al asunto éste. Y la cosa es que yo antes creía a pies juntillas que Zeus orinaba a través de una criba. Pero explícame quién es el que produce los truenos, eso que me hace a mí temblar de miedo.
S.- Estas [las Nubes] producen los truenos al ser empujadas por todas partes.
E.- A ver, a ti que no se te pone nada por delante: ¿cómo?
S.- Cuando se saturan de agua y por necesidad son forzadas a moverse, como están llenas de lluvia, necesariamente son impulsadas hacia abajo; entonces, chocan unas contra otras y, como pesan mucho, se rompen con gran estrépito.
E.- Pero el que las obliga a moverse, ¿quién es? ¿No es Zeus?
S.- Ni mucho menos; es un torbellino etéreo.
E.- ¿Torbellino? No me había dado cuenta de eso, de que Zeus no existe y de que en su lugar reina ahora Torbellino. Pero aún no me has explicado nada del estruendo y el trueno.
S.- ¿No me has oído? Las nubes, al estar llenas de agua, te digo que chocan unas con otras y hacen ruido porque son muy densas.
E.- Vamos a ver: eso, ¿quién se lo va a creer?
S.- Te lo voy a explicar poniéndote a ti como ejemplo. En las Panateneas, cuanto ya estás harto de sopa de carne, ¿no se te revuelven las tripas y de pronto se produce un movimiento en ellas que empieza a producir borborigmos?
E.- Sí, por Apolo, y al momento provoca un jaleo horrible y un alboroto; y la dichosa sopa produce un ruido y un estruendo tremendo, como un trueno; primero flojito, “papax, papax”, después más fuerte “papapapax”, y cuando cago, talmente un trueno, “papapapax”, como hacen ellas.
S.- Pues fíjate qué pedos tan grandes han salido de ese vientre tan pequeño. Y el aire éste, que es infinito, ¿cómo no va a ser natural que produzca truenos tan grandes?

(Aristófanes, Las nubes. 366-394, versión de E. García Novo. Alianza editorial, 1987)

¿Qué novedades presenta las explicaciones de Sócrates en comparación con las explicaciones míticas que cita Estrepsíades?

¿Por qué crees que tanta gente sigue prefiriendo las explicaciones míticas y religiosas a las científicas y filosóficas?  

jueves, 25 de septiembre de 2014

Oriente y Occidente: el nacimiento de la filosofía en Grecia.


Como ya hemos dicho la filosofía es reflexión, pensar en lo que pensamos, mirarnos en las ideas que tenemos para así conocernos y mejorarnos. También hemos dicho que las ideas más grandes y profundas, que son las que más nos interesan, son las que tienen que ver con la existencia (la realidad), con nuestra identidad como personas, con el problema de la verdad, y con los valores (lo bueno, lo justo, lo bello). Y que el curso que hemos empezado va de esto: de la historia de estas ideas, de como los hombres las descubrieron, las convirtieron en preguntas e intentaron darles respuesta.

Muy al principio, en la "infancia" de la humanidad, los hombres confiaban como niños en lo cuentos y en los mitos. En ellos se daba respuesta a todo, y las ciencias, despreocupadas de las grandes preguntas, se limitaban a resolver problemas prácticos. 

Más adelante, allá por el primer milenio de nuestra era, la humanidad pareció despertar, como un adolescente que empezara a cuestionarlo todo. Aparecieron personajes extravagantes y ociosos que se preguntaban en voz alta por la verdadera realidad (más allá de las apariencias), por el verdadero hombre (más allá del cuerpo), por una forma de vivir más verdadera (más allá del comer y el vivir bien), y por la verdad misma (más allá de nuestros engañosos sentidos). 
Imagen de Confucio
Eran los sabios de la China, los brahamanes hindús, los magos de la lejana Persia, los profetas de Palestina... Y, también, los filósofos griegos. Entre todos ellos provocaron una “revolución mental” en el mundo, aunque no todos del mismo modo...

Los sabios de Oriente (desde la China a Palestina) acabaron por dar una respuesta religiosa a las grandes preguntas. Crearon nuevas religiones en las que la realidad se concebía como un Dios innombrable y oculto a los ojos, el hombre como un alma deseosa de librarse del cuerpo, la verdad como un asunto del espíritu, y la vida buena como una negación de los deseos mundanos... Estas religiones son el origen de las que conocemos hoy: el judaísmo y el cristianismo, el mazdeísmo, el hinduísmo, el budismo, el taoísmo...

Los sabios de Occidente (los filósofos), en cambio, apostaron por algo radicalmente nuevo: la crítica de toda verdad religiosa y la búsqueda de una respuesta racional a aquellas mismas cuestiones. Esta “apuesta” por la razón fue, desde entonces, la seña de identidad de nuestra civilización. Con ella la humanidad despertó del todo (o eso creemos nosotros) y fue desarrollando a lo largo de los siglos todo el conocimiento racional (la ciencia) y la actitud reflexiva (la filosofía) que todavía hoy nos caracteriza.



Este “despertar” de Occidente ocurrió en torno al siglo VI a.C, en las prósperas colonias griegas del Mediterráneo, en pequeñas ciudades en que la gente estaba acostumbrada a negociar y discutirlo todo en plazas y asambleas, y en las que la religión estaba a cargo de poetas que igualaban a dioses y hombres bajo una misma Ley común (la Necesidad o el Destino). No siendo el mundo fruto de la voluntad incomprensible de los dioses, sino cosa de leyes, los filósofos se lanzaron al descubrimiento de esas leyes, buscaron explicaciones “naturales”, basadas en la observación y la lógica, a lo que antes se explicaba con mitos y leyendas, cambiaron la revelación por el descubrimiento, la creencia ingenua por la reflexión crítica, la repetición por la innovación, el lenguaje imaginativo por los argumentos y los conceptos abstractos...


Este tránsito, en Grecia, desde el saber mítico al saber racional, o como suele decirse:  del mito al lógos (logos significa “razón”, “argumento”), no ocurrió de la noche a la mañana, sino muy lentamente, hasta el punto de que los primeros filósofos aún hablaban con el lenguaje del mito, daban nombres de dioses a las causas naturales y se expresaban a través de poemas y cuentos... Pero aunque lento, el proceso fue imparable. Los hombres acabaron por olvidar a los dioses y empezaron a dar razón de todo por sí mismos. La filosofía y, con ella, la civilización occidental, habían nacido... 

La Escuela de Atenas, pintada por Rafael 

En Occidente nació la filosofía y la ciencia (la cultura racional y humanística), en Oriente permaneció la religión y la tradición (la cultura de la fe). Son dos formas de hacer frente a la vida y sus problemas. Los occidentales (los griegos, nosotros) creemos que nuestra manera de vivir es la mejor: ser libres es tener ideas propias, para ser bueno hay que saber qué es lo bueno, "realizarse" como persona es esforzarte por ser más consciente y lograr todo lo que deseas, la vida humana es cambio, progreso, investigación,  transformación de la realidad... Pero los orientales creen lo mismo: que su forma de vida es la mejor: ser libre es liberarse de uno mismo, dejarse llevar, confiar en la divinidad; la bondad es entrega a Dios, no una sabiduría que nos aleje de él; la felicidad es reconocer nuestra insignificancia, ser humilde, anular la inquietud y el deseo (desear cosas es lo que nos hace desgraciados); la vida humana es respeto a las tradiciones, comprender que nada cambia, contentarse con como son las cosas de este mundo pues, al fin y al cabo, este no es el mundo de verdad...
¿Quién se equivocó? ¿Qué tipo de vida es mejor? ¿No cometimos los occidentales un tremendo error al probar del árbol de la sabiduría?...

viernes, 19 de septiembre de 2014

¿Es mejor ser un deportista, un emprendedor... o un "filósofo"?


Contaba un viejo filósofo llamado Jámblico que hay tres tipos de personas que van al Estadio olímpico. Los atletas que van a competir. Los comerciantes que van a hacer negocio. Y los simples espectadores. ¿Cuál de estas tres actividades –se preguntaba— representa mayor “dignidad” humana? O, en otros términos: ¿cuál nos “realiza” mejor como humanos? Pensemos en el atleta. Su objetivo es saltar cada vez un poco más, o correr un poco más rápido. Se podría decir que su “vocación” consiste en parecerse a un canguro o a un leopardo más que a un hombre. En cuanto al negociante, su conducta está guiada por el principio de economía: lograr el máximo beneficio material al menor coste posible, exactamente igual que un animal (que solo hace aquello que le reporta beneficios tangibles). 

Tan solo el espectador, decía el filósofo, hace algo específicamente humano: contemplar el mundo, aunque no obtenga ningún beneficio contable de ello. El hombre es el único animal capaz de pasar las noches contemplando las estrellas, aunque no tenga ningún interés práctico en ellas, por pura admiración y afán de entender lo que ve. Y esta actividad puramente contemplativa o teórica es, justamente, lo que caracteriza a la filosofía. 

Así, la moraleja del cuento es que la filosofía es la actividad más específica del ser humano y, por tanto, la que más desarrolla o realiza nuestra humanidad. Y sin embargo, casi nadie se acuerda de ella cuando se habla de educación. Y sí, desde luego, del deporte o de la habilidad para los negocios. ¿No es esto un inmenso error? ¿O el error está en dedicarse a pensar en lugar de hacer cosas útiles? Ahora bien: ¿qué es realmente lo útil? ¿Seguimos pensándolo? (¿O mejor ver un partido de fútbol, o repasar las cotizaciones bursátiles?)




jueves, 18 de septiembre de 2014

La evaluación y las teorías de la justicia.

Siempre los mismos problemas al volver al cole. ¡Establecer criterios de evaluación! ¿Cómo? ¿Cuáles? ¿Con qué criterio de criterios?... Preguntaré a mis alumnos. Pero claro, ya me imagino la discusión: ¿cuáles son los criterios “justos”? (Hasta los que quieren sobresaliente para todos quieren, también, que eso sea lo justo). Os pregunto a vosotros. Para animar, os presento algunas alternativas, inspiradas en distintas teorías de la justicia.


1. No hay  que evaluar ni juzgar nada. O, en todo caso, lo que uno quiera, cómo y cuándo quiera. (Anarquismo).

2. Hay que evaluar lo que demanda el mercado (idiomas, tecnologías...), que será lo que se imparta en los centros (si quieres estudiar otra cosa tendrás que pagarlo). Se pondrán las notas según la competencia o mérito de cada alumno: al que más sepa o pueda se le puntuará más (Liberalismo).

3. Igual que (2), pero sumando que el alumno se ajuste a cierto modelo de virtud (que sea modesto, discreto, respetuoso con los mayores, trabajador, decente, etc. ) (Liberal-conservadurismo).

4. Más o menos igual que (2), pero dando ventajas a los que no han tenido la suerte de nacer listos, ni en buenas familias, ni en circunstancias favorables (por eso fracasan, se desmotivan, trabajan poco, etc.). (Liberalismo moderado; socialdemocracia). 


5. Hay que evaluar que el alumno sea un buen creyente y se ajuste a un modelo de virtud totalmente cerrado e indiscutible (sagrado). (Ummas o comunidades religiosas)

6. Hay que evaluar un modelo de virtud (solidaridad, compromiso social, etc.) y no lo que demande el mercado, sino aquellas competencias que sean necesarias para construir una sociedad igualitaria en la que ningún individuo sea un medio para los fines de otros. Los individuos ajustarán sus preferencias a las necesidades sociales (estudiarán lo que la sociedad necesite, no lo que quieran). Serán evaluados por su esfuerzo, su competencia, y su compromiso social, dando ventaja y ayudando a los que no hayan tenido circunstancias favorables. (Socialismo, comunismo)

7. La evaluación es fundamentalmente tarea de cada alumno que, de vez en cuando, se hace preguntas como estas: ¿qué quiero ser y hacer? ¿He logrado realizar lo que yo quiero ser (en la medida en que he podido), gracias a esta asignatura? ¿Merece la pena seguir por aquí?...  (¿?)


Quino
Para que os orientéis, diremos que los principales partidos políticos de nuestro país estarían en estas posiciones: PP (2 y 3), PSOE (4), IU y Podemos (6)... Por cierto, algo mucho más importante: ¿cuál sería vuestra opción? (No tiene por qué estar entre las que os propongo).


martes, 16 de septiembre de 2014

¡Bienvenidos a la caverna! (Temporada 2014/2015)



Cuenta un viejo sabio (al que los griegos llamaban Platón) que los hombres somos como prisioneros en una oscura caverna. En ella vivimos atados de tal modo que sólo podemos mirar hacia la pared del fondo, en la que aparecen imágenes con voz y movimiento. Es como si desde siempre viviéramos en un cine (o ante un televisor) y solo pudiéramos ver una pantalla en la que constantemente se proyectaran imágenes. O peor aún, es como si desde pequeños pasáramos el tiempo en aulas como esta, encapsulados en pupitres de forma que solo pudiéramos mirar la pizarra en la que el profesor de turno dibujara y escribiera sin parar… Resultado: creemos que el mundo no es otra cosa que lo que aparece en esa pared (o pantalla, o pizarra)…




Así vivimos todos los humanos -dice Platón- antes de empezar a filosofar: creyendo que el mundo es lo que vemos y lo que oímos que nos dicen desde pequeños… 



¿Pero es así de verdad? Llega un día en que uno se despierta de esa somnolencia que da la penumbra (y el aburrimiento) de la caverna (la tele, el aula…) y comienza a hacerse ciertas preguntas, a discutir lo que le dicen, a no creerse ni hacer las cosas sin más, “porque sí”, o “porque lo digo yo”…
 ¿Por qué van a ser las cosas como tú dices? –le decimos entonces al cavernícola jefe— . ¿Por qué es el mundo como es (tan raro y contradictorio a veces)? –nos preguntamos a nosotros mismos— ¿Es realmente así?... ¿No podría ser más justo, la gente más buena, la vida más bella y feliz?... ¿Cómo?... ¿Y yo, qué pinto aquí yo, cómo he venido a parar a esta caverna? ¿Obedezco y hago lo que me dicen, o mejor me atrevo a hacer lo que yo quiera? ¿Pero qué es lo que yo quiero realmente?...  

Estas y otras mil preguntas invaden al cavernícola que, un día, decide apartar la vista de la pantalla o la pizarra y pensar por su cuenta. Y esto, preguntarnos y pensar por nuestra cuenta, es también lo que queremos hacer aquí. La filosofía es…esa manía que nos entra a algunos de querer saber y vivir por nosotros mismos, bajo nuestra responsabilidad, como si dirigiéramos nuestra propia película, abriendo bien los ojos y pensando y haciendo solo lo que nosotros consideramos verdadero, justo y bello…
 

Eso sí, como pensar por nuestra cuenta no es tarea fácil (a uno le llegan a volver loco las dudas), no es mala cosa que compartamos los pensamientos con otros con la misma inquietud que nosotros. Y eso, dialogar, pensar juntos, es también lo que más haremos aquí.  



¡Así que bienvenidos todos, alumnos, amigos y compañeros de viaje! Comenzamos un nuevo curso en el que a base de preguntas y respuestas volveremos a poner patas arriba esta caverna. Si os animáis, acercaos a la luz del fuego (que es el único sol que tenemos los pobres cavernícolas) y empecemos a conversar…


Para inspiraros, podéis ir leyendo la programación del curso –la tenéis enlazada en el primer pasadizo, arriba a la izquierda—, o echarle un vistazo a la película “El mundo de Sofía”…



¡Pero, ojo, no vaya a ser también este blog (y este curso) una engañosa…caverna!