miércoles, 29 de abril de 2015

¿Pero quién te crees que eres, hombre?


Para mí que hay cuatro maneras de definir al hombre, es decir, cuatro creencias antropológicas básicas acerca de lo que somos.

Las dos primeras (a las que podemos llamar, en general, antropologías materialistas) conciben al hombre como un ser fundamentalmente biológico y cultural. Desde su perspectiva somos no más que animales sociales.

Para la primera (el naturalismo antropológico) toda conducta humana debe poder explicarse en función de leyes naturales (físicas, químicas, biológicas y psicológicas); incluso la conducta social y cultural obedecería a leyes puramente biológicas (pues desde esta perspectiva la sociedad y la cultura son también fenómenos naturales propios de animales sociales como el hombre). 




Para la segunda (el culturalismo antropológico) muchas conductas humanas (la forma de adornarse, los rituales religiosos, las creencias de todo tipo…) solo parecen explicarse desde leyes, reglas, normas, patrones de conducta socio culturales e históricos. Así que el hombre sería una mezcla entre lo natural (común a la especie) y la cultura en que se ha educado (distinta para cada sociedad y época).



Las otras dos formas de definir al hombre (a las que podríamos llamar, en general, antropologías espiritualistas) lo conciben como un ser fundamentalmente moral y racional. Desde esta perspectiva, los seres humanos nos caracterizamos como personas morales y racionales.

Para la primera (a la que no sé como llamar, voluntarismo o moralismo antropológico o algo así) el hombre se caracteriza por ser capaz de comportarse contraviniendo sus instintos (las leyes biológicas) e incluso las normas de su cultura, por ejemplo cuando sacrifica su vida por una idea o cuando se opone a las costumbres de su sociedad. Parece que, en estos casos, su conducta está guiada por leyes o principios morales distintos tanto de las leyes naturales como de las leyes o pautas culturales. El hombre es, pues, un ser moral, capaz de moverse por principios incluso por encima de sus intereses biológicos y su educación cultural. (Aquí en los videos tenéis dos ejemplos clarísimos de esto)







Para la segunda (a la que podríamos llamar racionalismo antropológico), lo que caracteriza al ser humano es el tipo de conducta que busca el conocimiento, la verdad, más allá de que esto sea o no útil para la supervivencia, la reproducción, etc., más allá de las creencias particulares de cada cultura, y más allá de las leyes o principios morales (pues estos mismos sólo pueden basarse en el conocimiento de lo que es verdaderamente bueno y justo)…



Así pues (resumo) habría cuatro definiciones básicas del hombre:
(a)   El hombre es un ser natural,  un animal especialmente complejo, pero nada más que un animal.
(b)    El hombre es un ser cultural, entendiendo a la cultura como algo diferente a la naturaleza (aunque emerja a partir de ella).
(c)   El hombre es un ser moral, libre, capaz de imponer su voluntad sobre los instintos y sobre toda norma cultural.
(d)   El hombre es un ser racional, capaz de someter todo su comportamiento (natural, cultural, moral) a criterios lógicos o racionales.

Si alguien encuentra una definición que crea verdadera y que no encaje con ninguna de estas cuatro me hará un hombre nuevo... Ahora, supuestas estas cuatro, ¿cuál creéis que es la más correcta?  Para saberlo os sugiero que antes contestéis a las siguientes preguntas:

(1) ¿Es toda nuestra conducta cultural, moral y racional explicable como un producto de la evolución de nuestra especie? Si la respuesta es “sí”, la definición correcta es (a).
(2) ¿Es lo cultural algo cualitativamente distinto de lo natural (aunque lo cultural emerja de lo natural)? ¿Son la moral y el conocimiento (es decir, la bondad y la verdad) relativos a cada cultura, de manera que lo bueno y lo verdadero dependen de cada sociedad, época e individuo (no son universales)? Si la respuesta es “sí” a ambas preguntas, la definición correcta es (b).
(3) ¿Es la moral (lo bueno y malo) algo distinto de "lo que conviene/no conviene" a la especie, o de lo que nos han enseñado como "bueno/malo" en nuestra cultura? ¿Es imposible averiguar lo que es bueno y malo por medios puramente lógicos o racionales? Si la respuesta es "sí" a ambas preguntas, la definición correcta es (c).
(4) ¿Es nuestro conocimiento racional del mundo y de nosotros mismos lo que justifica que califiquemos algo como “bueno”, que aceptemos o no las normas culturales y que sigamos o no nuestros instintos? Si la respuesta es “sí”, la definición correcta es (d).


¿Qué pensáis vosotros? ¿Cuál de las cuatro definiciones de ser humano es la correcta? (Supuesto que no haya otra, distinta de esas cuatro, que sea la verdadera)



martes, 28 de abril de 2015

Todos para Uno, y Uno para Todos. El monismo trascendentalista.


Toda realidad es forma, estructura. La pura materia como receptáculo o posibilidad de la forma (la “materia prima” aristotélica; la “energía” de los físicos) es inconcebible, pues ¿qué sería esa materia en sí, antes de recibir forma? No podría ser nada (no tendría “forma” de nada).
Si la materia en sí no es nada, la realidad no es una síntesis entre forma y materia (estructura y “relleno”, lo matemático y lo físico…), pues si la materia es nada, en nada puede contribuir a esa síntesis. Todo es forma (todo es estructura, todo es matemático…), como ya decían los pitagóricos, y algunos científicos actuales (como el que aparece en el siguiente video):


 Como se dice en el video: “(…) en el nivel más profundo de la realidad, nada es sólido, solo hay información, números adheridos a un conjunto de reglas que aún no entendemos (…). La única propiedad que tiene un electrón es un montón de números, los físicos tenemos nombres para ellos como espín o carga, pero en realidad son sólo números…”

Así que todo es forma (o fórmula). Pero esto también significa que todo lo real es codificable o traducible a información, es decir, explicable; o tal como decían algunos filósofos (pasados de moda): que “todo es racional”, que “ser y pensar son lo mismo”…Así pues, todo, además de forma, es una idea pensable.

¿Pero cuantas formas o ideas hay? Muchas, una por cada cosa o ser (pues las formas no son algo abstracto o general que luego se individualizan al materializarse –como la forma “ser humano” que al unirse a la materia daría lugar a Juan Pérez, Antonio García, etc.— ; si no hay materia, que no la hay, entonces Juan Pérez, Antonio García y todas las demás cosas individuales son también formas).

Ahora bien, si todo es forma: ¿cómo puede haber tantas formas distintas? ¿Qué las distinguiría unas de otras? ¿Otras formas? Esto no puede ser (es como si dijéramos que “todo es agua” y luego mantuviéramos que hay distintos tipos de agua: ¿Cómo distinguir o separar el agua del agua si todo es agua? ¿Con agua? Imposible).

Ahora bien, ¿son realmente muchas las formas o ideas? Observamos que las formas o ideas no constituyen un montón desordenado, sino un todo jerarquizado en el que las formas o ideas más fundamentales incluyen o comprenden a las menos fundamentales (tal como la forma o idea de “uno” incluye o comprende a la forma o idea de dos –“dos” no puede ser sin “uno”, pero “uno” sí puede ser sin “dos”—, o la forma o idea de Juan Pérez incluye a la forma o idea de su brazo o la de su primera comunión). Ahora: cuando una forma o idea incluye o comprende perfectamente a otra, esta segunda no puede ser realmente distinta de la primera. En eso consiste incluir o comprender: en unir (en descubrir como idéntico lo aparentemente distinto). Si yo, por ejemplo, comprendo perfectamente a alguien, lo hago parte de mí, lo convierto en una idea mía (o en una parte de mis ideas), lo hago lo mismo que yo. Así, desde la hipotética perspectiva de un conocimiento absoluto y perfecto solo podría haber una única forma o idea perfecta que incluyese o comprendiese a todas las demás, tan perfectamente que desapareciese la supuesta diferencia entre ellas… En conclusión: si todo es forma o idea, no puede haber (desde la perspectiva de un conocimiento perfecto) más de una forma o idea (es como decir: si todo es matemático, si llegáramos a un conocimiento matemático absoluto nos encontraríamos con una sola fórmula que incluyese o comprendiese a todas las demás –de hecho, esa única fórmula o ley final es el sueño confeso de la ciencia—).
 
Ahora: si no hay más que una forma o idea, ella no podrá ser forma o idea más que de sí misma, de manera que la idea que comprende a todas las demás es la idea de la idea, la forma de forma (el “ser que es”, diría el filósofo Parménides). Pero es que, además, esta idea estará tan absolutamente referida a sí misma, será tan transparente a su referencia, que se acabe por anular esa misma relación, y ésta se convierta en expresión de absoluta identidad. Así, la expresión de “idea de la idea” podríamos reducirla a “idea = idea” (o “forma de la forma” a “forma = forma”). Basta eliminar los miembros repetidos de la igualdad (que, por demás, representan una contradicción: lo mismo no puede estar en dos lugares a la vez) para quedarnos con la pura identidad (=). Así, para los filósofos más monistas y trascendentalistas, la realidad, el ser, es la Identidad misma, o como dicen a veces estos filósofos: lo Uno. No existe más que Uno.



¿Raro, eh? Pues a ver qué pega lógica le encontráis a esta lo(gi)ca teoría… (Para saber más sobre las objeciones al trascendentalismo podéis pulsar aquí)

lunes, 27 de abril de 2015

¿Uno y uno son realmente dos? Los problemas del dualismo.


Hay  gente muy extraña (aunque sean casi todos) que piensan que no todo puede conocerse pensando, es decir: que algunas cosas hay que verlas (o experimentarlas con los sentidos) para saber cómo son. Ya sabéis: que los ciegos (de nacimiento) no pueden saber lo que es el color azul, por mucho que tú se lo expliques (porque hay cosas, claro, que no tienen explicación, aunque, aún así, uno sepa muy bien lo que son). 
En otras palabras, hay gente que cree que hay dos formas distintas de conocer: de un lado, la razón (las ideas, las matemáticas...), y del otro, los sentidos (los experimentos, las ciencias empíricas...). Estos mismos creen, en consecuencia, que hay DOS CLASES DE REALIDAD: la que se piensa y la que se ve, la que se concibe con fórmulas y la que se experimenta con los sentidos, la FORMA o estructura de las cosas (esa que es fija en el tiempo, incorpórea e indivisible), y la MATERIA de las cosas (esa que cambia en el tiempo y que ocupa espacio). A los que creen esto se les llama DUALISTAS. 
Naturalmente, hay dos tipos de dualismo. Aquél que considera que lo más fundamentalmente real es la forma o estructura de las cosas (pero que éstas no son plenamente reales sin ese “relleno” inexplicable -solo visible- que es la materia). Y aquél otro que afirma que lo más real es la materia (pero que esta no puede ser nada, ni se la puede conocer, sin una estructura que le de forma –una forma que emerge inexplicablemente de la materia--). Pero en ambos casos, el dualismo (sea "inmanentista" o "trascendentalista") presenta los mismos problemas:

  1. ¿Cómo puede haber dos realidades diferentes? La diferencia entre ellas no podría ser real (pues entonces no podría diferenciarlas, igual que algo rojo no puede diferenciar dos tonos de rojo diferentes). El mismo dualista se contradice, sin querer, cuando dice que, en realidad (es decir en la única realidad que cabe concebir) hay dos realidades... Dicho más abstractamente: el dos es imposible, pues uno y uno son la misma cosa (y no dos).
  2. Suponiendo que hubiera dos realidades distintas, ¿cómo podrían relacionarse entre sí? ¿Cómo lo que es temporal y corpóreo (lo material) puede relacionarse con lo que no cambia en el tiempo ni ocupa espacio (lo formal)? ¿Qué diablos tienen que ver un tío haciendo footing con las leyes del movimiento? ¿Qué tienen en común una explosión atómica y una ecuación? Diríase que nada. Pero, entonces, ¿cómo pueden relacionarse realidades que no tienen nada en común?
  3.  Los problemas no son menos si el conocimiento tiene (como afirma el dualista) dos vías irreducibles la una a la otra (la experiencia y el razonamiento), pues ¿cómo reconocemos esa distinción -con la experiencia o con la razón-? ¿Y cómo es que las dos vías proporcionan igualmente conocimiento siendo tan distintas? ¿Pueden, de hecho, separarse (por ejemplo: podemos experimentar con los sentidos algo de lo que no tengamos, previamente, la idea en el pensamiento)?
  4. Todo dualismo ha de suponer que la realidad es, en parte (la parte de la materia), inexplicable por la razón (a lo sumo es experimentable por los sentidos). Es decir, que parte de la realidad no podemos reducirla a idea o concepto (tan solo a “visión” intraducible a un ciego). Esto significa múltiples problemas: si la realidad es en parte racional y en parte no, ¿qué de racional -o de irracional- tiene esa distinción? Si la distinción es racional, todo es racional (si comprendemos qué es lo supuestamente incomprensible, nada hay realmente incomprensible). Si no es racional la distinción, nada es racional. Así que, no es posible que  la realidad sea en parte racional y en parte no.
  5. Podemos decir lo anterior de otro modo: en la medida en que el dualista admite comprender que hay dos realidades, lo comprende con una misma lógica (con una misma mente, la suya). Luego, lógicamente, no hay diferencia ninguna entre estas dos realidades (todas sus diferencias, si las hubiera, serían ilógicas, o a-lógicas). 
AHORA: ¿ES POSIBLE SEGUIR SIENDO DUALISTA? ¿QUÉ NOS QUEDA ENTONCES? ¿TIENE SOLUCIÓN EL PROBLEMA DE LA REALIDAD...?

viernes, 24 de abril de 2015

Razones para creer en el "más allá". El trascendentalismo filosófico.


Para muchos cavernícolas no hay otra realidad que esta que ven (o que creen que ven, o que creen que creen que ven, o...). Se trata del misterioso "más acá". Los que creen tamaña cosa (prácticamente todo el mundo, científicos y buena parte de los filósofos incluidos) afirman que la realidad consiste en el conjunto de las cosas y procesos físicos y psíquicos observables (si es que los psíquicos no son también eventos físicos reducibles, todos ellos, al funcionamiento del cerebro). No hay más que eso: el universo. La caverna del mundo que observamos (y la caverna interior, la de la mente, si es que no son una y la misma). Ahora bien: ¿Será esto cierto? ¿Cómo no ha de serlo? Pensemos. 

Supongamos que existen las cosas del "más acá". Todas ellas están en el espacio y el tiempo (esa es la definición de "más acá": lo que está en algún aquí y ocurre durante algún ahora). Ahora bien: para que estas cosas (o procesos, o eventos, o lo que sea) sean cosas (o procesos, eventos, o lo que sea) han de poseer cierta unidad e identidad. Es lógico. Han de ser una cosa (sean la que sean: una lombriz, un girasol, un átomo), y han de ser idénticas a sí mismas, e identificables como tales, como lo que son. ¿Quién se atrevería a discutir esto? Pero es ahora cuando aparecen los problemas. 


Para poder ser lo que son (para tener unidad e identidad) las cosas necesitan un cierto límite (digamos, espacial) y una cierta permanencia o constancia en el tiempo. Necesitan, por decirlo así, de una especie de "estructura" que resalte su identidad sobre el espacio y que resista durante un cierto tiempo al paso del tiempo. Y ahora viene lo más extraño. Dado que esta "estructura" (o "esencia", o "forma" como dicen a veces los filósofos) ha de DISTINGUIR a la cosa del espacio y el tiempo, dicha estructura ha de ser ella misma DISTINTA del espacio y el tiempo, es decir: incorpórea e intemporal. Pensad que si esta estructura fuese ella misma espacio temporal, necesitaría tanto como las cosas de algo (otra estructura) que las delimitase y fijase en el espacio y el tiempo. Y así una y otra vez, hasta el infinito...


Atención, pregunta: ¿En qué consiste esta estrafalaria “cosa” (estructura, esencia, forma...) ajena al espacio y al tiempo? ¿Dónde está? ¿En qué sentido ocurre? Fijaos que no puede estar en ningún sitio (pues carece de espacio), ni puede ocurrir en ningún momento (pues carece de tiempo)… ¿Entonces?...

Algunos filósofos han pretendido demostrar que esta extraña “estructura” no es más que una suerte de “regularidad” en el comportamiento de las cosas físicas. Pero una “regularidad” consiste en una misma manera de suceder de algo, y esa misma manera, ¿qué es sino un “patrón” o estructura sobresaliente al tiempo y destacable en el espacio?.. Otros han querido pensar que tales estructuras no son sino conceptos producidos por la mente. ¿Pero como la mente, que es un conjunto de procesos temporales, podría crear algo tan diferente de sí misma –es decir: algo tan absolutamente carente de temporalidad— como son estas extrañas  "estructuras"? Imposible. Esto ha conducido a otros tantos filósofos a reconocer que EXISTE EL “MÁS ALLÁ”, es decir, que esas “estructuras” (esencias, formas, Ideas...) existen más allá de las realidades espacio temporales. Y que tales formas son las que prestan identidad al resto de las cosas, y también las que permiten conocerlas (formalizarlas con conceptos, describirlas mediante leyes y fórmulas)… Y que incluso si no existieran cosas físicas o psíquicas a las que dar estructura o forma, dichas estructuras (esencias, formas o ideas) continuarían existiendo igual, en ese más allá al que pertenecen (Pues: ¿cómo podría afectarle que el mundo del "más acá" existiera o dejara de existir?). ¿Raro, eh? ¿Pero podemos reprochar algo a todos estos argumentos?



A estos filósofos, por cierto, que admiten la realidad independiente de estas estructuras o formas, podemos denominarlos, en general, trascendentalistas, pues trascendente es la condición de todo aquello que no pertenece al dominio del espacio y el tiempo.

miércoles, 22 de abril de 2015

¿Existen los milagros? El emergentismo.


Érase una vez, cuando aún no existía ningún cuando y en algún lugar que no estaba en ningún sitio, había un punto y un instante de pura (?) ENERGÍA al que le dio por expandirse (¡Así: bang!). En cuanto comenzó esa expansión pasaron cosas aún más extrañas. Por ejemplo, esa energía adoptó en seguida distintas FORMAS y fueron apareciendo, así, las "cosas materiales" (partículas, átomos, galaxias, planetas...). A la vez, esas cosas se relacionaban entre sí de distintas FORMAS (se atraían o repelían según distintas fuerzas: la gravitatoria, la nuclear, la electromagnética...). Pero, al mismo tiempo, todo esto que os cuento siempre ocurría de la misma FORMA, es decir, según regularidades o leyes físico-matemáticas, estables y omnipresentes (las leyes de la naturaleza)... Vamos, que de lo que era un principio único -la energía- surgió lo múltiple -cosas, fuerzas, leyes-. O, en otro sentido, que dónde sólo había energía (algo "indefinido") al instante surgió la forma: la forma de las cosas, la forma en que estas se relacionaban (las fuerzas) y la forma o estructura que regulaba su comportamiento -las leyes-. ¿Raro, eh?...

Pero no acaba aquí la historia. Hasta entonces todo era materia inorgánica (no viva). Pero de pronto ocurrió algo increíble. En alguno de esos planetas algunos trozos de materia se volvieron tan complicados que dieron lugar a algo nuevo e impredecible: ¡la vida!...Es decir: que de la forma o estructura de la materia inorgánica brotó una forma nueva de organizarse esta misma materia, una forma con propiedades nuevas: la autorregulación, la autorreproducción, etc.; esto es: la materia ¡cobró vida!... ¿No es como un milagro?  

Y el cuento sigue. Estos seres vivos, al principio muy simples, dieron lugar, con el correr del tiempo y la evolución, a animales sociales con cerebros tan complejos como para ser capaces de generar sistemas simbólicos (lenguajes) y contar cuentos (perdón, teorías y saberes) como el que os acabo de contar muy resumidamente... Es decir, surgieron esas estructuras o formas tan complejas de organizar la información que son las representaciones mentales (ideas, pensamientos...) y, a partir de ellas, las estructuras simbólicas que llamamos teorías (matemáticas, físicas, filosóficas, etc.), teorías que, a su vez, pretenden reflejar la forma de comportarse de la realidad...Más raro todavía, ¿no?...

¿Os ha gustado el cuento? Os lo resumo: al principio eran la energía y la materia (con sus fuerzas y sus leyes); de allí surgió la vida; y de la vida surgieron el cerebro, el lenguaje, la cultura; y de allí las ideas, saberes y teorías con las que explicamos todo el proceso... O lo que es lo mismo: al principio era la energía (una sola realidad), pero de ella fueron surgiendo, gradualmente, realidades distintas en función de la forma, cada vez más compleja, que fue adoptando esta energía... ¡¿No es extraordinario?!.. Estas cosas nuevas, además, tenían propiedades nuevas. La energía era pura extensión en movimiento; pero la forma de las cosas o las fuerzas, y no digamos de las leyes, eran algo mucho más inextenso y estable (las leyes no cambian ni se mueven, no tienen extensión espacial; las fuerzas de la naturaleza son, también, siempre las mismas, y bastante invisibles; y la forma o estructura que presta identidad a las cosas parece difícil de concebir como algo variable o corpóreo)... ¿Y qué decir de los seres vivos? Estos cuentan con una forma de ser mucho más compleja, que les hace ser idénticos a sí mismos a la vez que cambian para adaptarse a las transformaciones del medio... ¿Y los pensamientos y otras representaciones mentales? Estos no solo tienen una forma estable (que los distingue unos de otros), sino también una existencia aparentemente inmaterial, de forma similar a las teorías, es decir, a las cosas que decimos, que son también increíblemente incorpóreas e invisibles... 

Por cierto, a esta teoría se la conoce como EMERGENTISMO. Sostiene que a partir de cierto grado de complejidad en la relación entre cosas de un determinado tipo pueden “emerger” cosas de otro tipo distinto (con otra forma) y con propiedades distintas. Así, de la relación compleja entre cosas materiales emergen los seres vivos; y de la relación entre seres vivos y entre neuronas emergen las representaciones mentales y las propias teorías científicas, matemáticas, etc... ¿Fuerte, eh? (Parece como lo de convertir el agua en vino, pero ¡a lo grande!)...

El emergentismo es una teoría ontológica complicada. Es inmanentista, por que afirma que todo, en el fondo (o en el origen), arranca de una realidad de carácter espacio temporal (extensa, cambiante), como es la energía, o la materia. Pero, a la vez, admite la existencia de otro tipo de realidad, no estrictamente material, sino formal, con características muy diferentes a la de la materia (inextensa, incorpórea, invariable en el tiempo). Pero eso sí, estas realidades formales --afirma-- EMERGEN de la materia, aunque sean DIFERENTES de ella. Por eso decimos que, en cierto modo, el emergentismo es una teoría DUALISTA (existen dos tipos de realidad en la Realidad), aunque no de un dualismo "simétrico": la realidad fundamental (de "donde" emerge la "otra") es la materia, lo inmanente, lo espacio temporal... 


¿Os convence el emergentismo? Intentad responder estas preguntas:
1. Dejando aparte el delicado asunto de cómo de un sola sustancia (energía) surgen tantas cosas y fuerzas distintas (o de cómo o por qué esa energía comienza a expandirse): ¿Podríais explicar cómo de lo que no está vivo (la materia) surge lo vivo? ¿O cómo de lo concreto y temporal (como un cerebro) emerge la idea (nada concreta ni temporal) del teorema de Pitágoras?
2. Si las teorías matemáticas o físicas surgen al final del proceso: ¿querrá eso decir que al principio la realidad carecía de propiedades matemáticas o leyes físicas? Antes de que apareciera Pitágoras: ¿no existía una cierta relación racional entre los lados de ciertos triángulos? ¿No había leyes físicas y matemáticas determinando el comportamiento de la naturaleza? ¿O es, sencillamente, que tales leyes aún no se habían descubierto?
3. Si la teoría emergentista fuese cierta, la física y la química serían el fundamento de la biología, la biología el fundamento de la sociología, la neurología y la psicología; y todas estas ciencias serían a su vez el fundamento de la matemática y la lógica? ¿Puede esto ser lógicamente cierto?

4. Es, en general, admisible (desde un punto de vista lógico) suponer que la Realidad contiene dos tipos diferentes de realidad. Y, de otro lado, si estas dos realidades (la materia y la forma, los hechos y las leyes, los cuerpos y las mentes, los objetos y las teorías...) fueran realmente diferentes, ¿podrían relacionarse de alguna manera, tal como parece que se relacionan? 

Por cierto, aquí tenéis, por si os interesa, la discusión que provocó la primera aparición de esta entrada en otro de mis blogs.

domingo, 19 de abril de 2015

Excursión a Berlín, abril de 2015.



No sé qué impresión se os ha quedado después de visitar Berlín. La mía es la de haber estado en una ciudad maravillosa, que ha sabido rebrotar de entre sus ruinas y su terrible pasado, y que ahora late, sin muros y sin tanques, llena de cultura, de parques, de jóvenes en bicicleta, de grafitis de colores, de paz y de tolerancia. Esto solo se podía lograr no negando lo que paso, sino haciendo de todas esas terribles ruinas y recuerdos una escuela permanente. Creo que a ninguno se nos va a olvidar la visita al campo de concentración de Sachsenhausen. Pero tampoco el ver pasearse por allí a los alumnos de instituto de los alrededores. Esa es la mejor garantía de que todo lo que allí ocurrió nunca vuelva a repetirse. En el álbum de fotos (que podéis abrir pulsando AQUÍ)
podréis ver dos fotos de épocas muy distintas, pero que se hicieron en el mismo lugar; en una aparece Hitler en la tribuna del Reichstag (el Parlamento alemán), y en la otra aparecemos nosotros, sentados en ese mismo parlamento, frente a esa misma tribuna, bajo una cúpula de cristal que sustituyó a la que destrozaron las bombas y que es toda una muestra de lo que puede hacer el hombre cuando está inspirado por la razón y no por el fanatismo. Esta ha sido, para mi, una de las mejores lecciones del viaje.
La otra es que da gusto estar con vosotros. Habéis soportado con una paciencia exquisita una caminata tras otra y, pese al cansancio, no habéis dejado ni un solo día de querer ver, oír, preguntar y meter las narices en todo. Con personas así se pueden reconstruir uno y mil berlines.    


sábado, 11 de abril de 2015

Pienso, luego todo existe (cómo dejar de ser idealista sin dejar de existir)

Ya sabéis la vieja verdad cartesiana. Pienso, luego existo (lo que existe es mi mente pensante, claro, que es lo que más claramente soy yo). Esta verdad es indudable (si lo dudo ya estoy pensando, luego existiendo), por eso es verdad. ¿Pero es lo único indudable y verdadero? De ninguna manera.

En primer lugar, si pienso es que pienso algo (esto es igualmente indudable: si dudo que piense en algo es que estoy pensando en eso) ¿Pero en qué pienso? Supongamos que pienso en mi pensamiento (¿qué voy a hacer, si no existe nada más?) Esta suposición ya presupone una inevitable distinción en mi mente o pensamiento, la que hay entre el pensar y lo pensado. ¿Pero qué puede hacer esta distinción en mi mente? ¿Puede el pensamiento distinguirse de sí mismo? Sólo si hay otra cosa que no sea pensamiento.

Pero además, supongamos que no existiera más que mi pensamiento o mente pensante. ¿Qué distinguiría un pensamiento verdadero de otro falso?  Nada. Ningún pensamiento sería verdadero ni falso. Pues, ¿con qué contrastaríamos lo que pensamos si nada hay más que nuestro pensar? Si pienso que todo es pensamiento, eso será verdadero (pues no existe más que mi pensar). Pero si pienso que no pienso, también será verdadero (es lo que pienso). A no ser, en este último caso, que existan leyes lógicas según las cuales mi último pensamiento fuera contradictorio. Pero, en ese caso: ¿no habría algo más que mi pensamiento: las leyes de la lógica? Claro que alguien podría decir que la lógica es un invento de mi pensamiento. Pero, en ese caso, ¿cómo puede mi pensamiento, por sí solo, crear una cosa distinta de él? (Eso parece tan difícil como que el agua, por ejemplo, cree por sí misma los peces, o las leyes hidraúlicas). Además, las leyes lógicas parecen invariables en el tiempo, mientras que el pensamiento parece algo puramente temporal. ¿Podría ser que algo temporal crease algo intemporal?

Aplíquese este argumento al resto de las facultades mentales (la voluntad, los sentimientos...), si es que hay otras además del pensamiento (cosa que un idealismo consecuente no podría demostrar -pues, de nuevo, qué distingue unas facultades de otra en la mente, ¿la propia mente se distingue de sí misma?-). ¿Por qué habría de querer o sentir cosas distintas? ¿Por qué habría de experimentar frustración alguna de mis deseos, si todo lo que existiera fuera yo, es decir, mi mente? El mundo sería exactamente igual a mis deseos, lo cual no parece cierto, ¿no?... Alguien podría decir que en mi mente hay una parte inconsciente que no controlo y que hace que el mundo (el que crea mi mente) no sea como yo quiero (tal como ocurre en lo sueños). Pero, en ese caso: ¿qué distingue en mi mente lo consciente de lo inconsciente? De nuevo: ¿La mente se divide a sí misma? ¿Cómo?...

Así que, si pienso, existo; cierto. Pero si lo pienso más (insisto) existe también la lógica (¿Cómo iba a engañarme, sin ella, ningún genio maligno --o es que es posible mentir sin lógica--?). Y también el mundo (¿O por que otro motivo no ocurre todo lo que me gustaría que ocurriera?). E, incluso, quizás Dios, el ser perfecto. ¿O es que no duda mi mente? Y si duda, sin duda que es imperfecta. Pero ¿qué sería de lo imperfecto sin lo Perfecto? Nada. 

Así pues, resulta que nada de nada: todo existe (yo, la lógica, el mundo, Dios). ¿O no?


jueves, 9 de abril de 2015

El idealismo subjetivo. ¿Es el mundo una creación de mi mente?


El idealismo es la idea de que toda realidad es, antes de nada, una idea en mi mente. Uno puede pensar ingenuamente que el mundo se refleja tal cual es en su mente, como si esta fuera un espejo. O puede ser un poco más crítico y darse cuenta de que el mundo que vemos y pensamos es antes una visión o pensamiento que un mundo. La filosofía idealista arranca de la sospecha de que la mente (esa compleja máquina con la que vemos y pensamos) modifica la realidad al captarla o comprenderla, de manera que siempre conocemos el mundo con la forma que le da la mente al conocerlo. Conocer sería entonces, no captar el mundo tal como es (¿quién podría hacer esto?), sino un modo adecuado de producir ideas (imágenes, pensamientos) a partir de los estímulos que nos llegan del entorno, o incluso a partir de la propia mente, como si toda realidad y certeza brotaran de ella y solo de ella. 


El gran filósofo Descartes, padre del idealismo moderno, sospechaba que todo lo que veía y pensaba podría ser un sueño o una creación de la mente y, por tanto, que lo único que existía con todas las garantías era la mente, la suya. Puedo pensar que nada de lo que veo o pienso existe de verdad (decía), pero al menos mi pensamiento sí que existe (porque no puedo pensar que no exista sin estar pensando). De ahí su famosa frase: "pienso, luego yo (mi mente) existo".  Esto es el idealismo: toda realidad y certeza es, antes que nada, la realidad y la certeza de la propia mente. ¿Y el resto? ¡Dios lo sabe!... 

miércoles, 8 de abril de 2015

Todo es nada. Esa es la falsedad más verdadera.


“NADA ES REAL”. A esta extraña tesis se le llama NIHILISMO ONTOLÓGICO, y es la tesis a la que necesariamente parece conducir el materialismo extremo.

Si como afirma el materialista, TODA realidad fuera espacio temporal, es decir, una especie de extensión o cuerpo constantemente cambiando en el tiempo, ¿qué cosa sería esta realidad? NINGUNA. Un espacio sin forma alguna (¿qué daría forma al espacio si todo es espacial?) y continuamente cambiante (¿qué daría estabilidad a lo cambiante si todo está cambiando?) no sería sino una especie de sopa infinita (sin forma) y permanentemente hirviendo (sin estabilidad ninguna). ¿Qué realidad podría ser esta? NINGUNA. Sería puro caos. Ni siquiera sería una "sopa hirviente", pues esto ya supone forma (la forma de sopa) y estabilidad (esa sopa sería siempre sopa, de manera invariable). Es decir, que en este estado ni siquiera podríamos asegurar que existen el espacio y el tiempo (¿pues qué forma tendría el espacio? ¿qué cosa estable sería el tiempo si todo fuera temporal y cambiante?).

Así que no habría NADA. Ni siquiera espacio y tiempo. Esto es NIHILISMO (ONTOLÓGICO). Y caso de haber algo, ¿cómo lo conoceríamos? Imposible, dado que carecería de toda forma e identidad estable. “NO PODRÍAMOS CONOCER NADA”. A esta no menos extraña tesis se la conoce como ESCEPTICISMO RADICAL.

El materialismo extremo conduce, pues, al nihilismo ontológico y al escepticismo radical. Pero estas dos tesis son, a su vez, auto contradictorias. Si nada es real, tampoco el nihilismo se corresponde con nada real. Y si no podemos conocer nada, tampoco podemos conocer que nada se puede conocer, como afirma el escéptico radical.

El nihilista y el escéptico podrían aún replicar que, dado que nada es real ni cognoscible, nada es tampoco ni lógico ni contradictorio. El problema es que, para llegar a esta conclusión, han tenido que utilizar la lógica y procurar no contradecirse...

La única conclusión que cabe al nihilismo y al escepticismo es el silencio. O no. ¡Qué más da!...



¿Qué pensáis vosotros? ¿Es posible que la realidad no sea nada? ¿Será verdad que nada es verdad ni mentira?...

El materialismo. Nunca cambia que todo cambie.


¡Todo está cambiando en el Universo! ¡Todo se mueve! Nadie se baña dos veces en el mismo río: de baño a baño el río ha cambiado. Pero no sólo el río: también el bañista. Y si todo está cambiando, nada ni nadie es lo mismo durante dos instantes seguidos. Decir “yo he cambiado” resulta absurdo, pues si todo esta cambiando no hay ningún “yo” invariable que sea el sujeto de ningún cambio. ¿Cómo podríamos decir "yo soy yo"? ¿De qué "yo" hablamos, del de antes o del después?...

Imaginaos que todo estuviera cambiando a la vez y a la misma velocidad (si todo fuera cambio, nada podría distinguir entre cambios más o menos veloces) ¿Notaríamos algún cambio? Si fuéramos en un tren a velocidad constante y todo el exterior se moviera a la misma velocidad: ¿habría cambio o movimiento alguno?... Parece imposible, ¿no?
Además, si en el Universo todo cambia, ¿también lo hacen las leyes que explican el cambio? ¿Y el propio cambio también cambia? ¿Cómo podría ser?...
Zenón de Elea, un viejo filósofo griego, decía que por mucho que una cosa parezca moverse, a cada instante está en algún sitio, y sólo en uno, por lo que siempre (en todo instante) “está”, y lo que siempre “está”: ¿cuándo se mueve?...
El materialista puede decir que él “ve” que las cosas cambian y se mueven. ¿Pero es esto verdad? ¿Se puede ver el movimiento y el cambio? Parodiando a Zenón, podríamos decir que a cada pequeñísimo instante en que vemos algo lo vemos estando en algún sitio, sin moverse, como si le hiciéramos una fotografía, pero ¿vemos el cambio en sí?...

En fin: parece que el cambio carece de lógica y ni siquiera puede verse. ¿Qué opinas tú con respecto a estos argumentos? ¿Estás de acuerdo o en desacuerdo, y por qué?