miércoles, 17 de octubre de 2012

Huelga de estudiantes


Si ya de por si (de por ellos) acostumbró a presumir de mis alumnos, lo mejor, con mucho, del instituto donde trabajo, con más razón ahora que los veo, megáfono en mano, negándose a que empeoren, aún más, las condiciones del redil en el que compartimos las mañanas. Aquí los tenéis, queriendo romper la oscura liturgia de las clases con la luz de todas las razones. Se niegan, como toda persona de buen juicio debería negarse:

A asumir que la escuela sea una cadena de montaje, en la que los alumnos sean catalogados y separados, a los quince años, como futuros obreros (los que van a FP) o futuros universitarios (los que van a Bachillerato).

A que, con absoluto (y absolutamente ignorante) desprecio de lo que la pedagogía (y la simple experiencia docente) enseña, se enarbolen los simples criterios de la capacidad y el esfuerzo para separar a los “malos” alumnos de los “buenos”. Como si la capacidad no fuera un don (tan "merecido" como nacer rubio o moreno) y el esfuerzo no dependiera de mil y una razones (y nunca de la simple “vagancia” voluntaria, como esgrimen los ministros y los maestros ignorantes de otra pedagogía que la del palo y la zanahoria).

A que, con la ceguera del que confunde el interés con lo interesante, se conciba la educación como un medio para el “triunfo” y no como un fin y un logro en sí misma.

A que se enaltezcan como valores la competitividad, el éxito profesional y el bienestar económico, como si no existieran otros y más verdaderos propósitos para dotar de sentido la vida de las personas.

A que se antepongan las asignaturas “instrumentales” y técnicas, con la falaz idea de que lo más importante (las ideas, los valores, el buen juicio, la creatividad) son cosas tan insensatas (¿e inútiles?) que no se pueden enseñar crítica y racionalmente en el aula (aunque sí inculcar en las parroquias y en el seno de la sagrada familia).

A que se recorten becas y ayudas, con el peregrino argumento de darlas solo al que por su rendimiento las merezca, olvidando que el hijo del rico podrá obtener sus títulos sin becas, rinda o no rinda, y que el rendimiento del menos agraciado (porque es gracia o desgracia, no mérito, ser hijo de quien uno es) se verá siempre lastrado por su peor circunstancia.


Por esto y por tantas otras cosas (ellos las saben mejor que yo), mis alumnos y tantos otros salen estos días a las calles (el espacio natural de los que no tienen otra cosa que un dudoso futuro). Y lo hacen con todo el derecho de los que no disfrutan de más derecho político que el de protestar (y esto a duras penas –y porras--). ¡¡Ánimo mañana!!  

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