martes, 30 de octubre de 2012

El sentido de la vida



Hace muchos años, después de una clase sobre las teorías acerca del universo, un alumno esperó que todo el mundo se fuera y se acercó, se sentó frente a mi mesa, y sacando las palabras de algún lugar muy remoto de sí mismo, me dijo, mientras me miraba absolutamente aturdido: “Profesor...QUÉ RARO ES TODO”... La frase no era nada especial, pero sí lo fue la intensidad con que la dijo. Ese alumno no sólo estaba diciendo una frase, la estaba viviendo, padeciendo, estaba invadido por ella...Casi parecía que era la frase la que le estaba diciendo a él... Jamás se me olvidará la manera en que la dijo...


  
....Y a vosotros. ¿No os parece también raro todo esto? ¿De dónde ha salido este Mundo? ¿Por qué existe? ¿Para qué?... ¿Y nuestra propia vida? Nacemos y vivimos (según nos dicen) en el tercer planeta de una estrella perdida en un rincón de uno de los brazos de una de las miles de millones de galaxias, viajando a toda velocidad hacia los confines del Universo... ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Tenemos alguna misión especial en este mundo? ¿Qué pintamos aquí?...

Decía el filósofo José Ortega y Gasset que nuestra vida es como un “fenómeno deportivo”, un mero juego sin más sentido que el de jugar por jugar... Al fin y al cabo, para qué esforzarse seriamente en nada, si todo acaba en la nada de la muerte... Por eso decía otro filósofo (Jean Paul Sartre) que el hombre es una “pasión inútil”. ¿Estás de acuerdo? ¿Es inútil tu vida o tiene algún sentido? ¿Cuál?


lunes, 22 de octubre de 2012

Corazón de Oro contra el Doctor Infierno. ¿Es la bondad un asunto del corazón o de la cabeza?

Dicen que los simples e inocentes (es decir, los más ignorantes) son buenos. Los niños son buenos, dicen, hasta que los estropeamos los mayores y les enseñamos lo que no deben. Los nativos de las culturas más primitivas son buenos y puros, dicen, hasta que llegan los malvados colonizadores y les corrompen. Los hombres rudos y sencillos del campo son buenos, dicen, hasta que la civilización destruye su ancestral modo de vida… Ya lo cuenta el mito de Adán y Eva (y tantos otros): el hombre es bueno hasta que, pretendiendo saber más de la cuenta, rompe el equilibrio ecológico del paraíso y hace aparecer el mal y el pecado en el mundo... Al fin y al cabo, la bondad parece que es asunto del corazón. Y el que empieza a darle demasiada importancia al saber y la inteligencia pierde ese camino al que le conducían, sin pensarlo, sus emociones más puras, y se vuelve soberbio, ambicioso y malvado, como esos diabólicos seres de los cuentos y películas que ponen su inteligencia al servicio del mal…

¿Qué dirías tú? ¿Hay que ser sabio, inteligente, culto y sofisticado para ser bueno, o basta con tener un corazón de oro? ¿Qué hay de verdad (o de mito) en eso de que el niño, o el nativo, o el hombre del campo son, por lo general, bondadosos y nobles?



ACTIVIDADES.

1. ¿Se puede ser bueno sin saber, de forma consciente, crítica y reflexiva, qué es lo bueno?
2. ¿Has oído hablar del "mito del buen salvaje"? ¿Qué opinas al respecto?
3. ¿Saber lo que es bueno para uno mismo tiene relación con conocerse bien a sí mismo?
4. ¿Hay que ser muy sabio para ser bueno con los demás? ¿O es más bien cuestión de tener buen corazón?
5. ¿Tiene algo que ver el hacer el bien con conocer cómo es el mundo y cómo son los demás? ¿Por qué?
6. ¿Serán las personas con conocimiento e inteligencia más propensas al mal? ¿Y eso?

viernes, 19 de octubre de 2012

¿Van las neuronas en bicicleta? El problema mente-cerebro.


Hay una vieja polémica en la filosofía y en la ciencia acerca de lo que llamamos "fenómenos mentales" (sensaciones, emociones, deseos, sueños, imágenes, ideas...). Algunos (quizás la mayoría) piensan que todos estos fenómenos ocurren en el cerebro y son, por tanto, de carácter físico-químico o material. Otros afirman que tales fenómenos no pueden explicarse totalmente en términos cerebrales, por lo que opinan que hay algo así como una "mente" distinta al cerebro que es "dónde" ocurren las sensaciones, emociones, etc.  ¿Quién tiene razón? 

Podemos empezar por una pregunta muy sencilla (de plantear, no de responder): ¿Dónde "están" las cosas que imaginamos? Suponed que cerráis los ojos e imagináis un objeto rojo, por ejemplo, una bicicleta. ¿No es cierto que la "veis" (con todo el detalle que queráis si os concentráis un poco)? La pregunta es: ¿Dónde está esa bicicleta roja que estáis viendo? No está ahí, frente a vosotros, como un objeto físico, pues la estáis imaginando. ¿Estará en el cerebro? Si así fuera, algo en nuestro cerebro debería ponerse rojo y adoptar la forma de bicicleta, ¿no? ¿Ocurre eso? ¿O más bien el cerebro permanece del mismo color gris de siempre y las neuronas, aunque corran de un lado a otro, siguen haciéndolo sin usar bicicletas? Ahora bien, si tampoco está en el cerebro, ¿dónde "están" entonces cosas que imaginamos? En la mente (dirá alguien), que no es ni el mundo físico frente a nosotros, ni el cerebro físico que tenemos detrás de la frente. Vale. Pero entonces la pregunta infinitamente misteriosa es: ¿Qué es y "dónde" está la mente? ¿Cómo puede existir algo que no esté ni en el mundo físico ni en el cerebro? ¿Dónde está entonces? ¿Puede "estar" en algún sitio si no es (como parece) una "cosa física"? ¿Es una especie de fantasma o qué? ¡¡Pero creer en fantasmas con la edad que tenemos!!... 

No sé. ¿Cómo arreglamos este asunto? (Que, por cierto, si tiene arreglo será en la mente con la que pensamos, ¿no?)

miércoles, 17 de octubre de 2012

Huelga de estudiantes


Si ya de por si (de por ellos) acostumbró a presumir de mis alumnos, lo mejor, con mucho, del instituto donde trabajo, con más razón ahora que los veo, megáfono en mano, negándose a que empeoren, aún más, las condiciones del redil en el que compartimos las mañanas. Aquí los tenéis, queriendo romper la oscura liturgia de las clases con la luz de todas las razones. Se niegan, como toda persona de buen juicio debería negarse:

A asumir que la escuela sea una cadena de montaje, en la que los alumnos sean catalogados y separados, a los quince años, como futuros obreros (los que van a FP) o futuros universitarios (los que van a Bachillerato).

A que, con absoluto (y absolutamente ignorante) desprecio de lo que la pedagogía (y la simple experiencia docente) enseña, se enarbolen los simples criterios de la capacidad y el esfuerzo para separar a los “malos” alumnos de los “buenos”. Como si la capacidad no fuera un don (tan "merecido" como nacer rubio o moreno) y el esfuerzo no dependiera de mil y una razones (y nunca de la simple “vagancia” voluntaria, como esgrimen los ministros y los maestros ignorantes de otra pedagogía que la del palo y la zanahoria).

A que, con la ceguera del que confunde el interés con lo interesante, se conciba la educación como un medio para el “triunfo” y no como un fin y un logro en sí misma.

A que se enaltezcan como valores la competitividad, el éxito profesional y el bienestar económico, como si no existieran otros y más verdaderos propósitos para dotar de sentido la vida de las personas.

A que se antepongan las asignaturas “instrumentales” y técnicas, con la falaz idea de que lo más importante (las ideas, los valores, el buen juicio, la creatividad) son cosas tan insensatas (¿e inútiles?) que no se pueden enseñar crítica y racionalmente en el aula (aunque sí inculcar en las parroquias y en el seno de la sagrada familia).

A que se recorten becas y ayudas, con el peregrino argumento de darlas solo al que por su rendimiento las merezca, olvidando que el hijo del rico podrá obtener sus títulos sin becas, rinda o no rinda, y que el rendimiento del menos agraciado (porque es gracia o desgracia, no mérito, ser hijo de quien uno es) se verá siempre lastrado por su peor circunstancia.


Por esto y por tantas otras cosas (ellos las saben mejor que yo), mis alumnos y tantos otros salen estos días a las calles (el espacio natural de los que no tienen otra cosa que un dudoso futuro). Y lo hacen con todo el derecho de los que no disfrutan de más derecho político que el de protestar (y esto a duras penas –y porras--). ¡¡Ánimo mañana!!  

martes, 9 de octubre de 2012

¿Por qué queremos lo que queremos?


Crecer (salir del Jardín de infancia del Edén), ser como los mayores, tiene cierta relación con ser libres. ¿Qué es ser libres? Esta claro. Hacer lo que queramos (dentro de ciertos límites, parece, no puedo crecer quince metros, por ejemplo, por mucho que quiera). Pero la pregunta más interesante es: ¿por qué queremos lo que queremos?...Es obvio que (si no estamos locos) queremos lo que es mejor para nosotros, lo bueno. ¿Pero cómo sabemos lo que es bueno y nos conviene? ¿Por qué nos lo han dicho otros (los padres, los amigos, la publicidad, los profesores, los cuentos que nos contaban de niños y que nos siguen contando de mayores...)? Todos tenemos ideas, imágenes, ensueños... acerca de lo que es guay, bueno, chachipiruli... Pero esas ideas, imágenes..: ¿Son nuestras? ¿Las hemos elegido conscientemente nosotros? ¿O nos la han metido a traición en la cabeza?...Quizás esté aquí el meollo del problema de la libertad. Quizás somos libres no cuando hacemos lo que queremos, sino cuando sabemos (por nosotros mismos) qué es eso que queremos... ¿Y tú? ¿Sabes por ti mismo lo que quieres o quieres lo que otros quieren que quieras?


ACTIVIDADES

1. ¿Hay alguna circunstancia en la vida en que no podemos escoger entre, al menos, dos opciones?
2. Un filósofo del siglo pasado (Jean Paul Sartre) dijo que “el hombre está condenado a ser libre”. ¿Qué crees que puede significar esta frase?
3. ¿Es lo mismo "ser libre" que actuar "por capricho"?
4. ¿Puede uno escoger querer lo que quiere? ¿Somos libres para escoger lo que nos gusta?
5. ¿De qué depende que nos guste lo que nos gusta?
6. Tal vez queremos o nos gusta algo porque tenemos la idea de que va a ser bueno para nosotros. Ahora bien: ¿Tenéis ideas propias acerca de lo que es bueno querer? ¿O son prestadas (de vuestros padres, amigos, profesores, libros o películas favoritas...)? ¿Cuándo diríamos que nuestras ideas son nuestras y no inculcadas por otros?
7. ¿Sabés realmente lo que TÚ quieres y por qué lo quieres?

lunes, 8 de octubre de 2012

El cuento del amor.



Decía Oscar Wilde que “cuando los dioses quieren castigar a los hombres, les conceden lo que desean”. Siempre deseamos lo que no tenemos… Y cuando lo tenemos, ¡qué decepción!... Volvemos a desear otra cosa, ir aún más lejos, siempre, infinitamente, porque, como lloraba Luis Cernuda, el deseo es “una hoja cuya rama no existe (…), una pregunta cuya respuesta nadie sabe”. Somos el animal insatisfecho, siempre queremos más, porque estamos hechos de barro, pero también de esa sutil materia de los sueños. “Neti, neti”, decían los sabios brahamanes a cada respuesta o acción de sus discípulos, “no es eso, no es eso”. Nunca es exactamente eso lo que de verdad buscamos…

¿Qué nos hace tan disconformes? Sea lo que sea, es eso lo que nos mueve, lo que nos empuja a crecer. El movimiento es el modo que tenemos de ser los que aún no somos todo lo que realmente hemos de ser. ¿A qué este anhelo de ser más, de ser otro mejor, de buscar lo que nos falta, de comernos el mundo?

Buscar la perfección es saber que nos falta. Eso es fácil (basta mirarse al espejo de la conciencia un par de segundos), pero también es imposible: ¿como nosotros, barro inmundo, burbuja tan frágil, vamos a tener idea de esa perfección que nos falta y buscamos desde nuestro mismo improbable principio?...

Cuando una pregunta no tiene respuesta (o un deseo no tiene cura) lo mejor, siempre, es contar un cuento. Como este.

Cuenta el filósofo Platón que en un banquete de cuento, que celebraron unos nobles amigos en honor de uno de ellos (el más cuentista, pues era poeta), decidieron invertir la gracia y la luz del vino trasegado en hablar del amor. Y cuando fue el turno de Sócrates, éste contó lo que una sabia mujer, Diotima, le contó una vez acerca de lo que contaban del nacimiento de Eros, el dios del Amor. Cuenta este cuento de cuentos, que en un olímpico banquete, en que los dioses celebraban el nacimiento de Afrodita, diosa de la belleza (esa brillante faz con que espejean, aquí abajo, los celestes sueños), salió a tomar el eter, borracho de nectar, Poros, el dios de los recursos, y encontrose allí, en los jardines del palacio de Zeus, a la pobre Penia, diosa de la carestía que, olvidada por todos, vagabundeaba entre los restos del divino festín. Y he aquí que Penia, pobre pero no tonta, se aprovechó de la inconsciencia de Poros y solazándose con él concibió ese día un hijo, al que, por su naturaleza, pusieron de nombre Eros o Amor.

Esto es amor, dice Platón. El hijo de lo Mucho y de lo Poco, de la borrachera del Dios que Todo lo consigue y la inteligencia de la Diosa que Nada tiene, de lo Perfecto olvidado de sí mismo y de la Imperfección consciente de sí. Este hijo, el Amor, heredó por su divino origen, el sueño de lo Uno y lo Completo, y de su madre la triste rémora de lo Partido y lo Cojo. Y desde entonces, hecho cuerpo renquea y brinca por la Tierra atento a cada bella (y afrodisíaca) llamada del Cielo. Este Amor, en la forma de la flecha que nos excita y tensa por dentro, es el Alma que a los hombres nos habita, animándonos a hacer Uno lo que dolorosamente nos parece Dos, apuntando con bizco y tembloroso esfuerzo de arquero a lo que paternalmente nos llama, desde la caverna o valle que vacía habitamos a la vertical llanura de lo que infinitamente soñamos ser. Y eso, desde que Platón lo dijo, con luminosa y parecida borrachera a la del dios padre, y la inteligente mentira de las palabras con que su madre lo sedujo, eso es el Amor. Eso somos tú y yo.Y, por eso, ni tu ni yo. Quién lo pensó, lo sabe.     


lunes, 1 de octubre de 2012

¿Era Peter Pan un pobre diablo?


¡Los niños son felices!, dice la gente (los niños que no pasan hambre, ni están enfermos, ni carecen de un entorno familiar aceptable, se entiende). ¡A veces soy feliz como un niño! (insisten). ¡Ah, recuerdo cuando era un niño feliz y sin problemas! (erre que erre). ¡No hay que dejar nunca de ser un niño!(dale que toma). ¿A qué viene tanto rollo con la infancia? ¿Es la infancia, de verdad, un paraíso feliz, como se empeñan en creer los adultos (no los niños, claro)? Esta claro que quien cree esto no ha observado con profundidad a los niños, cuyos sufrimientos habituales son tan terribles, al menos, como los de los adultos. En fin: ¿Es Peter Pan (o Michael Jackson, por citar un ejemplo más actual) un modelo a seguir?

Peter Pan es la historia del niño que no quería crecer. Pero resulta que los niños de verdad lo que más quieren es crecer. ¿Por qué será? ¿No tendrían que estar contentísimos de ser niños y quedarse tal como están? Pues parece que no, oye. A lo que más les gusta jugar es a ser mayores. Mitifican la edad adulta como un paraíso en donde por fin podrán hacer lo que quieran, tener lo que deseen, no depender tanto de los demás... Quizás intuyen que se lo pueden pasar mucho mejor siendo mayores; jugar a más juegos, y a juegos más complejos e interesantes... ¿Y tú, qué opinas? ¿Te irías a la isla de Nunca Jamás para ser por siempre un niño (como Peter Pan)? ¿O preferías vivir en el mundo de los adultos? ¿Son, de verdad, más felices los niños que los mayores?